15 de abril de 2008

increíble pero cierto: hubo un tiempo en que diminuta escribía más de dos líneas seguidas.

son las siete y está oscuro. llueve.
la gente se esconde debajo de paraguas negros.
en la calle, los coches esperan en fila para torcer a la derecha.
Andrea sale del portal y tropieza con un hombre viejo. el hombre dice algo entre dientes.
Andrea sigue andando, bajo el agua:
los ojos,miopemente azules, verdes, grises...
los labios separados, rojos, como los de la princesa del cuento.
la nariz graciosa, rematada con una arista ligeramente ascendente.

el agua cae con más fuerza y la gente desaparece de la calle, casi vacía.
Andrea para en el semáforo.
de alguna cornisa cae una gota justo en el medio de su cabeza:
donde se cruzarían las líneas imaginarias que unen las orejas entre sí y la nariz con la nuca.
la luz cambia a verde mientras siete milímetros cúbicos de agua atravesan en cráneo de Andrea para perderse en su cerebro.
empieza a cruzar.
su mirada queda suspendida en algún punto de la ciudad, o de los recuerdos,
y el color indefinido de sus ojos se licua hasta volverse transparente.
el silencio secuestra el rojo de sus labios para disfrazarlos de sonrisa de agua.

los coches tuercen a la derecha.
alguno imagina, en medio de la calle, en el aire, unas irisaciones como las de las pompas de jabón,
como de antropomorfa y gigante pompa de jabón.
y un último destello antes de desaparecer por completo,
donde antes estaba la graciosa y ligeramente ascendente arista de la nariz de Andrea.

desde algún punto del espacio sobre el asfalto, una gota de agua cae justo en el medio de un charco gris.
pasa una moto.

No hay comentarios: